martes, 30 de diciembre de 2008

Zorori, el extraordinario.


Gracias a Logan estoy al día de la extraña difusión de los dibujos animados que cubren parte de los trayectos de mi utopía televisiva. Los habitantes esporádicos del salón son ahora los héroes de Clan TV: “Zorori, el extraordinario”, “Pretty Cure”, “Código Lyoko” y “Vickie, el vikingo”.
En esta “republica independiente de mi casa” el fútbol y el cine pasan a otro plano de la realidad, al paraíso soñado en otra jurisdicción, a la casa de mi vecino jubilado. Logan y Thor, durante estas vacaciones navideñas, están en esa fortaleza que dan las series del canal infantil, es la cara de la Globalización.
En las incursiones que hago por los episodios de las aventuras del Gran Maestro Zorori no hay arrepentimiento. Confieso que son un descubrimiento aunque, alejados de aquellos horizontes idealizados de las series o películas de cuando era niño. No queda más que tratar de dosificar estos universos animados y retornar al confortable planteamiento de unas vidas sin desencanto y sin malicia, y dar preponderancia al mundo de fantasía de “esos locos bajitos que se incorporan” a nuestras vidas.

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