martes, 26 de mayo de 2009

El Marido de la Gemma Nierga


Entre las tareas hogareñas que realizo, me redimensiono cuando escucho la radio. Me permite no aburrirme. En ese problema de conciencia que supone elegir una emisora, escucho a Gemma Nierga que mantiene su indispensable sonrisa cada tarde en “La Ventana” de la Cadena Ser.

Su generosa presencia, no solo el placer de comunicar ideas, crea sensaciones favorables al amor. Su voz inspira conversión, cada posible palabra llega desde la geometría precisa. Al que admiro, verdaderamente, es a su desconocido marido.

En todo caso, sinceras felicidades a los dos.
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jueves, 21 de mayo de 2009

La Conversación (1974) de Francis Ford Coppola.



«Cuando veo a uno de esos pobres viejos, siempre pienso lo mismo: pienso que una vez fue un niño pequeño, que tendría un padre y una madre que le querrían mucho. Y ahora, mírale derrumbado en un banco callejero. ¿Dónde está ahora su padre, su madre, su familia?»

Este comentario de un personaje femenino de la película de Francis Ford Coppola me intrigó siempre. Esta reflexión simple e inocente me dejó en un estado de obnubilación.
“La conversación” es un thriller de suspense donde el espía profesional Gene Hackman recibe el encargo por parte de un magnate de investigar a su joven esposa. Las escuchas sobre las vidas ajenas cobran la dimensión de traumas personales, de experiencias miserables. Se suceden diversas estrategias en ese territorio del espionaje secreto y se van desgranando las historias desde diversos puntos de vista. Lo particular está en peligro y los enfoques sobre las cosas se esconden y afloran como en todas las guerras humanas.
Esta conversación enarbolada al principio de este post me provocó desazón y una suscitada y permanente controversia. La observadora imparcial, desde la lejanía de una posición privilegiada, se percataba de la existencia de los “Homelessness”. Me conmovió sinceramente. Pienso en esa imagen sutil de un padre y una madre que quieren mucho a su hijo. En definitiva, en las mismas cosas que tu.

martes, 19 de mayo de 2009

Nos encontraremos otra vez.

Una canción de la II Guerra Mundial y Stanley Kubrick:

Nos encontraremos otra vez,
no se donde,
no se cuando,
pero estoy seguro
de que nos encontraremos otra vez
en algún día soleado
Sigue sonriendo
como siempre solías hacer
hasta que los cielos azules
hagan huir lejos a las negras nubes.

Acaba de morir Mario Benedetti.

Aquella tarde crucé Madrid protagonizado por una mujer. George no me ubicaba. Quedábamos a escondidas. Cogí el 28 y las ilusiones se reflejaban en los cristales oscuros. Mare había llegado de Oriente esa primavera como una flor de cerezo. Nos conocimos gracias a George y vislumbramos las coordenadas eternas del amor a través de la imagen exclusivamente. Cuando nos pusimos a conversar un arco iris se desplegó. Amaba a Benedetti. Fuimos amantes.

Habíamos quedado esa tarde y no sé porqué, me bajé unas paradas de autobús antes. Me apetecía pasear y estaba la Feria del libro en el Parque del Retiro. Recorrí el paseo principal dónde las casetas se hallaban asediadas por las masas de lectores. Algunos autores firmaban ejemplares y se producían extrañas conexiones. De repente, vi a Mario Benedetti. Menudo, encañonado por los diálogos de verdaderos admiradores y enfrentado placidamente a los diversos procesos que allí transcurrían. Con su trabajo, con su gente, con sus puestas de sol... allí estaba.

En un esfuerzo mínimo me permití agarrar un libro de sus poemas y sosteniéndolo como pude, se lo acerque. “A Mare, por favor. Quiero se lo dedique a una persona sobre la que usted ejerce un raro poder”. Benedetti alcanzó el libro con la compresión de un arquitecto ante un arco de medio punto. Analizando rápido la petición y con la sensibilidad alargada a su puño, escribió algo sencillo. “Espero que su amiga comprenda”.

Con ese tesoro bajo el brazo marché hacía el lugar de la cita, la iglesia de Los Jerónimos, muy cerca del Museo del Prado. Cuando Mare vio el libro sonrió, con la deliberada sonrisa de una musa. No tenía ni idea de lo que iba a ocurrir.

(a principios de los 90)