He buscado por los enseres de tus sueños
al sur de los latidos de mi cuerpo
entre la suspendida tela y el espejo,
allí, me esperabas cerca del olivo.
Justo después de haberte conocido
buscamos un lugar para escondernos
y en esos trayectos inaprensibles
prescindiste de la vida.
Entre tanta inundación me dejaste
invidente y sordo a los suaves ecos de tu presencia,
el trayecto repetitivo de la naturaleza
compusieron mis días y mis noches.
Es difícil creerte de nuevo,
cuando acariciaba tu pelo y desertaba
cuando te arrancaba sonrisas como un labrador,
y fenezco cada noche imaginándote.
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