miércoles, 3 de septiembre de 2008

Julio Verne.


Julio Verne siempre me pareció claro, desde el análisis del contenido científico y desde las novelas de aventuras. Se le encasilló con admiración por los avances científicos que describía y por el contenido divulgativo al que nos rendíamos seducidos por los deseos de un mundo más justo y racional. Julio Verne creía en la utopía.
Integró en sus novelas dos cosas interesantes: la sabiduría literaria y la científica. Fue precursor de lo que se denominó en el siglo XX, la tercera cultura. Supo comunicar con los científicos y con los de “letras”, y en definitiva, con el gran público, mención especial al juvenil.
Se imaginó un futuro apasionante y fue precursor o, mejor dicho, se anticipó a los inventos de épocas posteriores. Se enfrentó a lo que iba a trascender en la historia de la humanidad con conocimiento de causa.
He leído varias obras de Verne, estoy en espera de hacerme con El rayo verde pero las que verdaderamente me marcaron fueron los dos primeros libros que cayeron en mis manos, De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna. Aquí, Julio Verne expone o teoriza en la hipótesis lejana de viajar a la Luna. Se apoya en los conocimientos de la época y aunque cae en contradicciones, las fuentes de su imaginación son inagotables. Lo fundamental de entonces por incomprensible es explicado y si supiéramos que no podía ser tal como aventuraba, no es de locos excitarnos con estos relatos dentro del modelo julioverniano.
La influencia de estos dos libros de Julio Verne fascinó mi imaginación.

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